miércoles, 4 de agosto de 2010

Alex, su discapacidad no le impide soñar.

Por: María Carmen Cordoba

Eran las 19:30 del 14 de octubre de 1982. Yolanda Reina se encontraba en Salinas, a media hora de Guayaquil, porque su esposo era militar y trabajaba en el cuartel de esa ciudad. Los dolores eran muy fuertes y ella estaba preocupada, sabía que su embarazo era riesgoso. Estaba esperando su segundo hijo y tenía seis meses de gestación.

Faltaban solamente cuatro minutos para llegar al hospital pero el bebé nació prematuro. La falta de oxígeno ocasionó que su hijo nazca con una discapacidad. Cuando el bebé cumplió nueve meses de edad los médicos le dijeron que tenía parálisis cerebral.

Alex Enríquez ahora tiene 27 años. Su piel es trigueña, su cabello y ojos son negros, no puede mover sus piernas. Se moviliza en una silla de ruedas que tiene un asiento negro. Es dueño de uno de los dos kioscos de la calle Colimes, ubicada en los alrededores de la Universidad de las Américas (UDLA), en el norte de Quito.

Su casa se encuentra en la misma calle, en los Condominios el Inca. En su cuarto, las paredes están pintadas de verde. La luz se cuela por dos ventanas pequeñas que no tienen cortinas. En el espaldar de la cama hay tubos blancos. En un pequeño velador café está la televisión. A Alex le gusta mirar los programas deportivos. Es hincha del Barcelona y dice que sufre cuando su equipo pierde.

Desde hace dos años conoció a Felipe Arroyo, para Alex él es su “ñaño”. Felipe estudia marketing y lo ayuda todos los días. En las noches lo lleva a su casa después de cerrar la caseta, lo acuesta y lo deja listo para dormir. En las mañanas lo levanta, lo asea y lo lleva a sus terapias.
“Hago esto porque durante dos años lo he llegado a conocer muy bien y ahora lo considero mi hermano” explica Felipe.

A diario, a las 07:30, Felipe llega a la casa de Alex. Con el rostro adormecido y un cabello desordenado el joven abre los ojos, le cuesta levantarse y exclama “¡Tengo sueñooo¡”.
Felipe lo asea, lo viste, saca la ropa de una cómoda y escoge un pantalón negro con una camisa blanca, le pone los zapatos. Alex está listo.

A las 08:00 acuden a la Fundación Hermano Miguel ubicada en la calle Colimes, a una cuadra de la UDLA para que Alex realice sus terapias.

En la Fundación hay máquinas grandes de metal blanco, pequeñas camas elásticas, colchonetas en el piso, pelotas verdes, amarillas y rojas. Allí van las personas que tienen problemas para mover sus piernas, sus brazos… Cuando estiran los músculos gritan de dolor. Los ayudan personas que visten uniforme azul.

Ariel Carrasco, estudiante de fisioterapia, define a la discapacidad física de Alex como una parálisis cerebral de nacimiento que no le permite desarrollar su movilidad en las piernas totalmente. Asegura que lo que se quiere lograr con las terapias es el fortalecimiento muscular para lograr que llegue a caminar.

La terapia de Alex consiste en aplicar de 10 a 15 minutos compresas calientes en cada pierna que contienen en su interior químicos para retener el calor local. Posteriormente se aplica un ultrasonido que por medio de cristales de cuarzo emite electricidad y finalmente se hacen ejercicios para áreas localizadas.

Uno de los ejercicios consiste en acostarse boca arriba, mientras Ariel sostiene sus piernas, Alex tiene que impulsar todo su cuerpo hacia arriba como si haría abdominales.

Las gotas de sudor caen una a una de su rostro que ya está rojo por el esfuerzo. Alex asegura que está cansado pero sigue con las terapias y no se rinde.

Ariel, quien desde hace un mes trabaja con Alex, explica que sus avances han sido notorios, ha ganado un poco de elasticidad, ha fortalecido sus brazos y ha logrado reducir el dolor.

Según las estadísticas del Consejo Nacional de Discapacitados (CONADIS) en el Ecuador hay 1.608.334 personas con discapacidad, de las cuales el 65 por ciento nacen con esta imposibilidad. En Pichincha hay 16 093 personas con discapacidad física.

Luego de dos horas de rehabilitación Alex va a su kiosco. A las 11:00 abre el local. La Fundación está a dos cuadras de su lugar de trabajo. En el camino hay baches y en las aceras hay pedazos de piedras. Felipe tiene que empujar la silla por la mitad de la calle.

Su hermano Steven Enríquez recuerda que hace cinco años Alex salió a trabajar con un pequeño cajón de madera para vender golosinas. Afirma estar orgulloso de él ya que gracias a su esfuerzo logró construir su caseta.

Alex tiene el kiosco desde hace tres años, está pintado de celeste y tiene 1,47 metros cuadrados, lo suficientemente espacioso para que su silla entre, allí vende papas fritas, chupetes, gomitas, galletas, colas, aguas, jugos, revistas, esferos, tabacos y chicles. Tiene un cartel en la parte superior que es una publicidad de un centro de copiado ubicado en los condominios donde él vive.

Afirma que sus mejores clientes son los estudiantes de la UDLA, y que le afecta mucho cuando están de vacaciones. Comenta que julio y agosto son meses de temporada baja, gana alrededor de 10 dólares diarios, mientras que en la temporada alta, es decir, de septiembre a junio saca 30 dólares al día.

Estefanía Almeida, estudiante de la universidad y clienta, conoce a Alex desde hace un mes, pero señala que ella siempre va a comprar a su kiosco ya que aparte de ser un muy buen vendedor es un excelente amigo.

Alex siempre saluda a sus clientes, los recibe con una sonrisa y muchas veces conversa con ellos. Sabe manejar las cuentas y los productos, al momento de dar los vueltos no se complica, las monedas las tiene sobre el mostrador.

Antonio Castro, uno de sus proveedores, indica que Alex es muy cumplido y responsable con el dinero. “Su actitud es muy cordial al momento de comprar producto”.

Con la ganancia Alex paga sus terapias, compra tarjetas para hablar por su celular y de vez en cuando va al estadio para apoyar a su equipo. Su “ñaño” le ayuda a controlar los gastos.

Alex termina su día a las 22:00. Bosteza constantemente, sus ojos están rojos. A esa hora pide a Felipe que le ayude a cerrar el negocio para poder descansar. Cuando regresan conversan sobre su sueño, que Alex pueda viajar a Cuba para poder caminar.

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